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Cinco millones de personas fallecen cada año por su exposición a sustancias químicas.

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Desde antes de nacer hasta nuestra muerte vivimos expuestos a cientos de sustancias químicas tóxicas como nunca antes en la historia de la humanidad. Pueden estar en los productos que usamos todos los días: en la pasta de dientes, los plásticos, los muebles, el ordenador, en nuestro trabajo, y en el ambiente: en el agua, aire, suelo o los propios alimentos. Muchas veces estamos expuestos a esta contaminación química sin darnos cuenta, de manera que no lo perciben nuestros sentidos, en pequeñas dosis pero de manera crónica y múltiple. Sin embargo, la regulación y control de estos productos no es proporcional a su peligrosidad

La expansión mundial neoliberal de la industria química ha provocado la globalización del riesgo químico que debemos detener más allá de cambiar nuestros hábitos de consumo individual, mediante regulaciones y controles nacionales e internacionales que vayan retirando del mercado los productos más dañinos y amplíen nuestros derechos a tener un cuerpo, trabajo, alimento y comunidad libres de contaminantes ambientales.

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El negocio del cambio climático

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Empresas y fondos apuestan por industrias que se beneficiarán del aumento de las temperaturas. Para los inversores la clave estará en el agua.

Autor: Miguel Ángel García Vega (* Extracto)

Publicado en la revista Autogestión y en www.solidaridad.net

En este mundo extremo, en el que la nieve cae como estalactitas y en el que la OCDE advierte de que casi la mitad de la población mundial vivirá en 2030 en condiciones graves de estrés hídrico, algunos se preparan para hacer (mucho) dinero.

El calentamiento global aumenta la posibilidad de padecer alergias, incrementa los déficits nutricionales, multiplica la exposición a catástrofes ambientales y enfrenta a millones de seres humanos al desabastecimiento de agua y alimentos. Frente a esta situación, la industria actúa de dos formas: adaptándose o innovando. Y ambas pueden ser muy lucrativas. Por eso, ante esta “nueva normalidad” algunos emprendedores han lanzado diseños innovadores, como barreras contra tormentas marinas, islas y penínsulas artificiales o plantas desalinizadoras.

El negocio lo abarca casi todo. Desde energías renovables (solar, eólica, marina) hasta sistemas para manipular el clima (geoingeniería). Pero, al lado de quienes crean viven quienes, sencillamente, aprovechan las nuevas oportunidades. La previsible carestía de agua provoca que cada vez más países e inversores acaparen tierras en África y Latinoamérica para asegurarse reservas acuíferas.

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