
Empresas y fondos apuestan por industrias que se beneficiarán del aumento de las temperaturas. Para los inversores la clave estará en el agua.
Autor: Miguel Ángel García Vega (* Extracto)
Publicado en la revista Autogestión y en www.solidaridad.net
En este mundo extremo, en el que la nieve cae como estalactitas y en el que la OCDE advierte de que casi la mitad de la población mundial vivirá en 2030 en condiciones graves de estrés hídrico, algunos se preparan para hacer (mucho) dinero.
El calentamiento global aumenta la posibilidad de padecer alergias, incrementa los déficits nutricionales, multiplica la exposición a catástrofes ambientales y enfrenta a millones de seres humanos al desabastecimiento de agua y alimentos. Frente a esta situación, la industria actúa de dos formas: adaptándose o innovando. Y ambas pueden ser muy lucrativas. Por eso, ante esta “nueva normalidad” algunos emprendedores han lanzado diseños innovadores, como barreras contra tormentas marinas, islas y penínsulas artificiales o plantas desalinizadoras.
El negocio lo abarca casi todo. Desde energías renovables (solar, eólica, marina) hasta sistemas para manipular el clima (geoingeniería). Pero, al lado de quienes crean viven quienes, sencillamente, aprovechan las nuevas oportunidades. La previsible carestía de agua provoca que cada vez más países e inversores acaparen tierras en África y Latinoamérica para asegurarse reservas acuíferas.
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