Educación, sumisión y productividad: ¿tenemos un Ministro de Trabajo espartano?
Por desgracia, no era una “boutade” del periódico, sino una declaraciones muy reales y, lo más preocupante para mí, para el ministro de trabajo, estas palabras significaban una declaración de intenciones muy seria y real.
Tras estas desafortunadas declaraciones, queda claro que la idea que tiene este tecnócrata para solucionar la conciliación es la de que los bebés, nada más nacer, acudan a guarderías subvencionadas por Papá Estado. De esta forma, con los bebés recibiendo la atención “adecuada”, Papá y Mamá podrán dedicarle todo su tiempo y esfuerzo a contribuir al crecimiento de la riqueza del país. Por cierto, me pregunto si entre las medidas del Sr. Gómez se contemplará la idea de que, por lo menos, se les conceda a los bebés 15 días de asuntos propios por nacimiento. No quiero dejar de recordar aquí que este mismo ministro se opuso a la recomendación de la Unión Europea de ampliar la baja por maternidad a 20 semanas. En fin, su intención es límpida como agua de manantial.
Por mi parte, las nefastas declaraciones del ministro me parecieron el fruto una total y completa osadía. ¿Ignora el Sr. Gómez o desea ignorar, todo lo referente a los descubrimientos realizados en los últimos 40 años o más, sobre la psicobiología del apego, y la vital importancia que tiene el contacto del niño con sus padres durante sus primeros días, meses y años de vida?
De sobra es conocida la tendencia que tienen los políticos a opinar sobre cualquier tema, lo dominen o no, pero, en esta ocasión, me da la impresión de que el asunto es mucho más profundo y preocupante pues, si se tratara solamente de una mera opinión personal, ¿por qué nadie ha salido ya a corregirle? ¿por qué no ha sido destituido inmediatamente de su cargo tras decir tamaña barbaridad? Imagino, entonces, que estas manifestaciones no son solamente el fruto de la desafortunada opinión de un ministro, sino que forman parte de una mentalidad mercantilista, predominante en nuestros dirigentes, en la que prevalece la idea de que el único ciudadano válido es el que resulta productivo.
Volví a leer las palabras del Sr. Gómez y me vinieron a la memoria Orwell y su “1984”, Huxley y su “mundo feliz”, Skinner y su “Walden 2”, pero, por encima de todos ellos, resonó en mi cabeza la conocida cita de John Watson, el fundador del conductismo (en 1913), en la que declaró lo siguiente:
“Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger -médico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso mendigo o ladrón- prescindiendo de su talento, inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados”
Casi 100 años después, un representante del gobierno está planteando escolarizar a los niños nada más nacer. De esta forma, lo que realmente se busca es el integrar a los niños en un sistema en el que toda su vida esté preestablecida de antemano. Así pues, Papá Estado les indicará a sus jóvenes ciudadanos cómo deben desarrollarse, dónde deben trabajar, cómo deben vivir y, por supuesto, como deben pensar pues no sería lícito que se salieran de la norma establecida por ellos. Estamos ante la misma idea que planteó Watson, cuanto antes les tenga en mi poder, más fácil será moldearlos a mi antojo en beneficio de mis intereses.
Además, pretenden hacernos creer que estas medidas las realizan en aras de la igualdad de oportunidades laborales para las mujeres. Utilizan el “feminismo de la igualdad” para apartar a las madres de sus hijos y ponerlas a trabajar. Estamos ante la jugada perfecta para el modelo productivo empresarial: trabajadores eficientes que no se cuestionan nada y que, asimismo, están contentos porque el trabajo las realiza. Siempre recuerdo el ejemplo que pone Carlos González cuando habla de este feminismo trasnochado. Dice, irónicamente, que la mujer que se queda en casa cuidando de sus hijos está siendo sometida por el hombre, mientras que la que va a su casa a limpiar es una mujer realizada. Nuestros políticos pasan por alto millones de años de evolución y las evidentes diferencias biológicas entre hombres y mujeres.
Cuanto antes se consiga romper el vínculo con la madre, más fácil será someter al niño a nuestra voluntad. Seguro que muchos recordaréis los experimentos de Konrad Lorenz sobre la impronta y las simpáticas, aunque inquietantes, imágenes de la hilera de patos que le seguía donde quiera que fuese. El método que utilizaba era el de apartar a las madres de sus huevos para que, al eclosionar, poder ser él la primera referencia visual que tuvieran los polluelos. Lo que descubrió Lorenz, tras sus experimentos, fue que la genética había programado a los patos para seguir devotamente el primer objeto que vieran cuando rompían el cascarón. Sustituyendo a la madre por su propia persona, Lorenz se aseguraba la fidelidad de los patitos que le seguían en sus paseos por el campo.
En el ser humano, Michel Odent habla de la primera hora tras el nacimiento como algo primordial para establecer el vínculo amoroso con la madre. Evidentemente, lo que sucede después también tiene mucha importancia. El niño necesita, en sus primeros años de vida, el cuidado atento y respetuoso de sus padres para poder crecer sano física y emocionalmente.
No pretendo extenderme demasiado repasando los últimos cuarenta años de estudio sobre el apego y su absoluta necesidad para el adecuado desarrollo de una personalidad segura y estable. Podéis encontrar más información sobre el desarrollo de la teoría del apego en este estupendo artículo de Ibone Olza. Me gustaría destacar, como resumen de interés para este artículo, que está más que demostrado que los niños criados con apego crecen más sanos y con mayor autoestima, mientras que los niños que han sufrido la falta de afectividad son más inseguros (y, por tanto, más manejables) y más violentos en su vida adulta. Por lo tanto, unos primeros años vividos en compañía de una madre respetuosa y amorosa son la clave para la salud emocional y para lograr el desarrollo de una sociedad menos violenta.
Si analizamos las distintas sociedades de nuestro planeta, las más violentas son las que más interfieren en el vínculo de la madre con su hijo. El ejemplo más representativo es el tabú existente sobre el calostro. Casi todas las culturas rechazan, con las más variopintas excusas, este primer alimento, esencial para la alimentación del bebé y para el establecimiento de un fuerte vínculo entre madre e hijo. La interrupción, nada más nacer, de la relación mamá/bebé, supone el punto de partida de una separación que realizan de forma consciente y cuyo objetivo, es el de educar a la persona de forma adecuada para adaptarla al sistema establecido por ellos. La mayoría de las sociedades actuales, desde la nuestra hasta la más pequeña tribu, son patriarcales, violentas, guerreras, soberbias, irrespetuosas con la naturaleza, etc. Curiosamente, las dos o tres tribus conocidas (creo recordar que eran los pigmeos, los bosquimanos y un grupo en la polinesia) que son menos agresivas y viven en mayor armonía con la naturaleza, son las que respetan el calostro como algo sagrado y permiten una crianza más amorosa.
Tras todas estas reflexiones, seguían presentes en mi mente las palabras del ministro de trabajo y recordé algo que había leído sobre la educación en Esparta, el pueblo dedicado enteramente a la guerra. Tras una rápida búsqueda, os dejo con el resumen de los principios básicos de la educación espartana:
–Obligatoria: como condición indispensable para obtener todos los derechos como ciudadano.
–Colectiva: frente a la educación personalizada, los niños espartanos se organizaban en grupos de edades similares y seguían una educación muy estructurada.
–Organizada por el estado: el gobierno de la ciudad es el que se encargaba de la educación pública.
A los siete años, se les apartaba de sus familias y se les llevaba a vivir en barracones, donde empezaban a recibir su educación militar. Esto no significa que antes de los siete años, la vida fuera cómoda para estos niños. Desde el nacimiento, la familia era instruida para no mimarlos y no se les permitían ni los caprichos ni las rabietas. Además, existía la figura de la nodriza, que se encargaba de reforzar esta educación restrictiva para que el niño aprendiera a estar solo, a no temer a la oscuridad, a soportar el frío y el calor sin quejarse, etc. Toda la educación espartana tenía como objetivo subyugar la personalidad del niño para crear la mejor raza de soldados fieles, homogéneos e incapaces de cuestionar la autoridad de los dirigentes.
No sé a vosotros, pero a mí me resulta muy familiar este tipo de educación.
Y, volviendo a la medida espartana que ha propuesto el Ministro de Trabajo y que a más de uno nos ha causado estupor, vuelvo a plantear las preguntas que escribí un poco más arriba ¿por qué nadie ha salido ya a corregirle? ¿por qué no ha sido destituido inmediatamente de su cargo tras decir tamaña barbaridad?
Para finalizar, os dejo unas significativas reflexiones de la psicóloga argentina Laura Gutman sobre la importancia del apego y del vínculo madre-hijo.
“El bebé que no está en contacto con el cuerpo de su madre, experimenta un inhóspito universo vacío que lo va alejando de su anhelo de bienestar que traía consigo desde el período en que vivía dentro del vientre amoroso de su madre. El bebé recién nacido no está preparado para un salto a la nada: a una cuna sin movimiento, sin olor, sin sonido, sin sensación de vida. Esta violenta separación de la díada causa más sufrimientos de lo que podemos imaginar y establece un sin sentido en el vínculo madre-niño. Cuando las expectativas naturales que traía el pequeño son traicionadas, aparece el desencanto, junto al miedo de ser nuevamente herido. Y después de muchas experiencias similares, brota algo tan doloroso para el alma como es el enojo, el miedo y la resignación”.
Texto: Ramón Soler