Los pescadores de Mauritania y Senegal exigen a la UE que detenga «el saqueo» de sus costas. El 67% de los barcos europeos fuera de aguas comunitarias son españoles.
“Mi padre me mandaba a pescar y en 5 minutos, antes de que hirviera el agua que había puesto a calentar mi madre, yo volvía con varios peces”. No es un pasaje de una novela de realismo mágico sino el recuerdo de lo cotidiano para Karim, un senegalés que ahora tiene 45 años y que ha visto desde su casa frente al mar cómo desaparecía el pescado que les daba de comer y de trabajar.
Décadas después, “cuando los peces comenzaron a desaparecer de nuestra zona, tuvimos que irnos a otro pueblo para poder seguir viviendo del mar. Tres años después, tuve que irme a trabajar a Gambia. Luego, a Guinea Bissau”, nos cuenta. “He tenido que ir persiguiendo el pescado“, comenta Karim, que heredó el oficio de su padre, “y adaptándome: empezamos a usar GPS, motores, redes de monofilamento, trabajé para grandes barcos europeos… hasta que dije basta”.
Leyendo la prensa, no sólo económica, sino general, uno se encuentra con algo que llama la atención por su paradoja. Por un lado vemos que desde la II Guerra Mundial hasta hoy, la riqueza en la mayoría de países de la OCDE (el grupo de países más ricos del mundo) ha ido creciendo. Y a pesar del bajón del PIB per cápita que varios países han experimentado durante estos años de recesión, es más que probable que para la gran mayoría de países de la OCDE, el PIB per cápita continuara creciendo, señalando así que la riqueza de tales países continuará aumentando.
«Hace sólo dos años, con un crecimiento económico del 3% y un empleo que, contra todo pronóstico, no dejaba de crecer, pocas voces se levantaban contra la regulación del mercado de trabajo. Y si se hacía era en voz baja» .
«…al tratarse de una precariedad que afectaba sobre todo a mujeres, jóvenes e inmigrantes, la situación era tolerable. Por otro lado, sostenían que la explicación última de la precariedad era el propio modelo productivo español, un modelo de poca inversión tecnológica, escasa productividad y bajos salarios. Una vez que la crisis ha estallado, y a pesar de que todos los expertos sostengan que sus orígenes tienen que ver ante todo con la implosión del capitalismo financiero global y el pinchazo, para el caso español, de la burbuja inmobiliaria, muchos se han olvidado de ello y señalan con dedo acusador que el nudo gordiano de la crisis está en otro sitio: ni más ni menos que en la regulación institucional del empleo.
CARLOS PRIETO (Universidad Complutense. Profesor de Sociología del Trabajo)
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